Manuel López Lara
arquitecto técnico (UPM 1993)

lunes, 3 de diciembre de 2018

The Smart Cities, la batalla por el Big Data

Una ciudad inteligente detecta las necesidades de sus ciudadanos, y reacciona a estas demandas transformando las interacciones de los ciudadanos con los sistemas y elementos de servicio público en conocimiento. Así, la ciudad basa sus acciones y su gestión en dicho conocimiento, idealmente en tiempo real, o incluso anticipándose a lo que pueda acaecer”. (Juan Murillo, responsable de Análisis Territoriales de BBVA Data & Analytics)

Sede Parque Científico de Madrid. Universidad Autónoma. 2010. 
Esta podría ser una definición bastante acertada de lo que entendemos por ‘smart city’ o ‘ciudad inteligente’. Y poco más se podría añadir.

Son muchas las ciudades del mundo que han entrado en esta carrera por la innovación. Pero en el camino se ha cruzado un debate sobre el tipo final de ese mismo modelo y, sobre todo, quien sea el que lo gestione, como lo gestione y que beneficios obtenga de esa gestión.

El urbanismo moderno está fuertemente politizado. Tanto en su concepción y diseño como en las formas e instrumentos para ponerlo en práctica. Lo mismo podemos decir de la gestión de las ciudades. Básicamente hay dos modelos: el que quiere que sean solo las entidades públicas las que planifiquen y gestionen la ciudad (ideologías de izquierda e intervencionistas) y el que defiende la participación, en mayor o menor medida, del sector privado en todo el proceso (ideologías conservadoras y liberales).

Como dice la primera frase de la definición que inicia este artículo “Una ciudad inteligente detecta las necesidades de sus ciudadanos” ¿Y cómo las detecta? Por la demanda directa de los ciudadanos no, pues eso es una ciudad convencional. La solución está en la frase que sigue a la primera: “transformando las interacciones de los ciudadanos con los sistemas y elementos de servicio público en conocimiento”. Y hoy día decir conocimiento es decir Big Data y por derivación Inteligencia Artificial. Los datos, siempre los datos.

Hasta el momento la tecnología y los datos han estado en manos de empresas privadas que investigan, desarrollan y venden los productos para los servicios de smart cities. Y los ayuntamientos, comunidades y demás poderes públicos autorizaban esos nuevos usos de gestión privada o firmaban convenios de colaboración y desarrollo con dichas empresas en una gestión mixta.

Pero eso está cambiando. Las ideologías intervencionistas y estatalistas quieren intervenir también en el futuro y no perder, y a poder ser aumentar, su cuota de poder.  Las ciudades gobernadas por partidos de izquierda se están organizando para crear estructuras, grupos de trabajo, software libre, códigos fuentes abiertos y todo lo necesario para la ‘democratización’ de los datos (como ellos dicen) y para que dichos datos sean gestionados desde estructuras oficiales.

En España la ciudad que lidera este movimiento es Barcelona, con su alcaldesa a la cabeza, que está destinando una importante inversión económica además de la disposición de medios e infraestructuras para que en su ciudad se convierta en un vivero y un lugar experimental de esa creación y gestión de ciudades inteligentes públicas a nivel mundial. Lo que resulta curioso y paradójico es que todo esto esté ocurriendo de manera algo opaca, sin publicidad apenas, sin concurso de todos los ciudadanos, restringido a ciertos grupos, entidades y colectivos. Y no es que se encuentre en estado embrionario, tiene ya su recorrido y se están comenzando los primeros pasos de su implantación. Tal vez no quieran agobiarnos con tecnicismos. Al fin y al cabo, les elegimos para que trabajaran día y noche por nuestro bienestar, para que defendieran nuestros intereses. Ellos saben mejor que nadie lo que nos conviene.

En definitiva, la lucha por nuestros datos, por nuestra intimidad. Unos para obtener el mayor beneficio posible, otros para tener el mayor control posible.

(Al cierre de este artículo el Senado aprobó la Ley Orgánica de Protección de Datos Personales y Garantía de los Derechos Digitales. Es ley permitirá a los partidos políticos elaborar bases de datos que detallen el perfil ideológico de los ciudadanos con información extraída de páginas web y redes sociales, así como enviarles propaganda electoral por medios electrónicos (SMS, WhatsApp, correo electrónico o mensajes privados a través de las redes sociales) sin su consentimiento previo)

lunes, 1 de octubre de 2018

De los pisos turísticos

En los últimos meses ha saltado a la actualidad diaria el asunto de los llamados pisos turísticos. Se trata de viviendas que particulares, y en algunos casos empresas, alquilan por breves periodos (días o semanas) para el alojamiento de personas de paso, generalmente turistas.

Esta actividad, tal cual descrita, se pierde en la memoria de los tiempos. Ceder temporalmente un espacio de tu propia vivienda o de una segunda residencia a viajeros, veraneantes  o profesionales y trabajadores de paso para obtener unos ingresos extras se ha hecho desde que el hombre salió de las cavernas y empezó a construirse sus propias moradas.

Hotel Torrelodones. Torrelodones (Madrid) 2004

Todos hemos estado alguna vez, o conocemos a alguien que ha estado, una semana o dos en un apartamento de alquiler durante las vacaciones, ya sean de verano, Semana Santa, puentes, etc. Y ha funcionado así, incluso sin regulación alguna, hasta la fecha, sin haya supuesto ningún problema.

Entonces ¿que ha ocurrido para que de pronto esta actividad se haya convertido en todo un quebradero de cabeza para muchas ciudades?. Pues que, como en otros casos tales como el transporte de viajeros o el comercio electrónico, ha entrado en escena la economía disruptiva.

¿Y que es la economía disruptiva? Básicamente es crear nuevos y distintos modelos de negocio y de gestión usando las herramientas de las nuevas tecnologías, concretamente Internet.

Entonces ¿es mala la economía disruptiva? Como concepto no lo es, al contrario, es muy buena, es progreso. Lo que ocurre es que rara vez viene para crear nuevos mercados o satisfacer necesidades que antes no existían, sino que se instala en los mercados existentes desplazando a los modelos tradicionales de negocio. Por otro lado, tiene un componente añadido prácticamente  imprescindible: la masividad; para ser competitivo, reducir costes e imponerse necesita un gran volumen de negocio, llegar a todos los clientes, los existentes y los potenciales.

En  un principio familias y algunos turistas que no querían algo tan frío y despersonalizado como puede ser un hotel (con sus horarios) alquilaban viviendas a particulares que ofrecían alojamiento en el centro de las ciudades. Eran pisos reformados y acondicionados para una estancia como si uno estuviera en su propia casa, podían estar juntas familias enteras o grupos reducidos, en lugares céntricos y a precios inferiores (no tanto) a los hoteles. Y precisamente se trataba de una clientela de poder adquisitivo medio o medio-alto, que buscaba y valoraba una forma distinta de alojamiento. Durante el tiempo que fue así prácticamente no existieron los problemas, excepto el de Hacienda, que quería también su parte del pastel, como siempre.

El problema ha venido cuando, con la aparición de aplicaciones móviles de intermediación (tecnología disruptiva), la oferta y la demanda se han disparado. Y esa masificación ha corrompido el mercado: la capacidad adquisitiva de los clientes ha descendido y la calidad de las viviendas ofertadas también ha bajado. Un modelo de turismo que nació para minorías de cierta capacidad económica se ha convertido en un negocio para alojamiento de los turistas de mas bajo poder económico. Es paradigmático que el problema se esté extendiendo a los extrarradios de las ciudades, da idea de la degradación a que está llegando el negocio de los pisos turísticos.

Las posibles soluciones dan para otro comentario. Atentos.

martes, 17 de julio de 2018

La Burbuja.

Conjunto Residencia Avd. Portugal (Madrid) 2016
En el año 2008 estalló que se vino en llamar la "burbuja inmobiliaria". Este término, asumido ya por todos, es erróneo y debería haberse llamado "burbuja bancaria". No fue el sector inmobiliario, promotores, constructores, vendedores y compradores los culpables de aquel despropósito, fueron exclusivamente los bancos. Hubo barra libre de créditos hipotecarios: no se revisaban y aseguraban las garantías de los hipotecados, se les ofrecía y animaba a que pidieran mas dinero de estrictamente necesario, incumplieron la ley otorgando créditos por el 100% del valor de las viviendas (con el truco de dar el 80% como hipoteca y el 20% como crédito personal, concentrando dos riesgos es un solo producto), se dieron créditos a personas con escasa solvencia con el único aval de otra persona de igual solvencia, y todas esas otras cosas que todos hemos oído a familiares y amigos.

De lo 'bancaria' que fue esa crisis nos da una idea que los que tuvieron que ser rescatados, ayudados con dinero público (es decir, con nuestro dinero), han sido los bancos. Las promotoras quebraron. Las constructoras migraron a otros modelos de negocio de ingresos menores pero recurrentes (gestión de aeropuertos, recogidas de basuras, servicios sociales, gestión y peajes de autopistas) tanto en España como en otros países.

Fue tal la sacudida, fue tal el daño causado a lo mas profundo de las estructuras económicas que a día de hoy seguimos padeciendo las consecuencias de esa crisis. La sociedad no ha vuelto a ser la misma desde entonces, los cimientos han sido dañados y aún no han sido reparados. Y los bancos siguen sin tener saneados sus cuentas y sus activos.

Y la pregunta es: ¿nos encaminamos hacia una nueva burbuja bancaria?


De porqué este cuaderno.

Muchas vueltas le he dado a iniciar esta andadura en las redes sociales. En realidad no soy un entusiasta de ellas, procuro que sean para mi servicio y no estar yo al servicio de ellas. 

En cualquier caso hay una realidad incuestionable, si no estás en Internet no existes. Ello, desde un punto de vista personal, no es malo en esencia, uno configura su 'espacio de confort' y decide cuan grande quieres que sea, físico o en 'la nube'. 

Muy distinto caso es la vertiente profesional. Actualmente cualquier profesional debe estar en Internet de una manera u otra. Los estudios demuestran que cada día es mas habitual que, ante la necesidad de un bien, un servicio, un profesional, la búsqueda se inicie en Internet. Ya no vamos buscando un abogado, un dentista, un fontanero, una mercería o una agencia de viajes mirando locales por las calles o placas en los portales. Lo que no sale en el buscador de Google no existe.

En mi caso no quiero que esta ventana que ahora abro sea solo profesional. Tampoco quiero que sea solo personal. Por tanto, de ambas cosas habrá. Y cada cual que atienda a lo que mas le guste.